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Música de Haydn y Mozart en versiones ejemplares

25.03.08

Mundo Clasico

Música de Haydn y Mozart en versiones ejemplares

Juan Krakenberg

Esta crónica abarca, excepcionalmente, los dos conciertos que el Cuarteto Casals nos ofreció dentro del ciclo dedicado a la música de Haydn, tema del Liceo de Cámara del año en curso, por la sencilla razón que durante los mismos se tocaron los Seis cuartetos del opus 33 de este compositor, del año 1781, complementados por sendos cuartetos de Mozart pertenecientes a los seis que éste dedicara a Haydn, de los años 1784 y 1785.

Como es bien sabido, los jóvenes cuartetos del mundo actual suelen turnar sus primarius y el Cuarteto Casals sigue esta costumbre, lo que hizo que Abel Tomás afrontara todos los programas en el puesto del primer violín, ya que él se encarga de toda la música barroca y clásica. Y lo hizo muy, pero muy bien: a él esta música le va, como ya pudimos constatar en las grabaciones de los cuartetos del joven Mozart. Por de pronto, su manera de encarar las cosas potencia enormemente el sonido del conjunto: nada de divismos, nada de volumen excesivo para sobresalir. Y de esta manera el tejido del cuarteto obtiene una extraordinaria transparencia, donde cualquier pequeño detalle de las voces interiores puede aflorar, y con ello se enriquece el discurso conduciéndolo hacia momentos de auténtica magia sonora.

Y sobre todo una cosa me llamó poderosamente la atención: es bien sabido que durante la segunda mitad del siglo XVIII hubo un desarrollo cultural en materia literaria, pintura y demás artes plásticas que se llamó Sturm und Drang. Las mismas palabras lo dicen: “Tormentosos Anhelos”, una rotura con la forma controlada y contemplativa de las artes hasta entonces, permitiendo arranques de furia o pasión, de contrastes violentos o de ataques inesperados. Yo había leído bastante sobre esto, pero en la música de cámara, sobre todo de Haydn y Mozart, no me había parecido aparente. Con las versiones del Cuateto Casals me di cuenta, por primera vez, que este calificativo es perfectamente aplicable: tal la riqueza de colores, planos sonoros -algunos con cambios abruptos- que quedaron en evidencia.

Por supuesto, me pregunté cómo no me di cuenta antes. Y esto se debe, naturalmente, a la interpretación. El Cuarteto Casals, sin caer en excesos, adopta una serie de recursos del historicismo, y esto enriquece el lenguaje de tal forma que se producen estos arranques de energía, de sombras sutiles, que exhiben claramente la noción Sturm und Drang. Una versión de la misma música, con constante vibrato de parte de los cuatro integrantes -como nos lo tocan ante todo cuartetos que vienen de Norteamérica- no permite apreciar esto. Con ello quiero destacar que el Cuarteto Casals busca ante todo la verdad, y no el fácil éxito, y esto les honra.

Sería ocioso entrar a comentar uno por uno, los seis cuartetos que componen este opus nº 33. Solo decir que los seis tienen ya sus cuatro movimientos, con el tradicional Menuetto/Trío como segundo movimiento en los cuatro primeros, ocupando el tercer movimiento en los números 5 y 6. Ya no queda casi nada del espíritu del divertimento. Aquí la forma se presenta como un hecho, y de forma tan coherente que la misma fue adoptada luego como patrimonio cultural universal, y hasta nuestros días. Siendo así, con razón se le menciona con cariño a Haydn como el “papá” del cuarteto de cuerdas, uno de los hitos más importantes en la historia de la música occidental.

Quisiera destacar algunos pocos pasajes entre todos: El Scherzo (Allegretto) del op 33 nº 3, tocado íntegramente sin vibrato: ¡cómo sonó esto! Tocada así, esta música adquiere dimensiones de trascendental belleza, inconmensurable. Y luego los finales de vis cómica, ya sea, terminando nuevamente, cuando todo ya había terminado, o con una imitación en pizzicato de la frase final, para recalcar que sí, que esto era el fin. Buen humor de Haydn que deja siempre un muy grato sabor, sobre todo cuando es presentado tan expresivamente -con gestos incluidos- como en esta ocasión.

Era lógico que cuartetos del primer heredero de Haydn fueran incluidos en estos dos programas: de los seis cuartetos que Mozart compuso pocos años después y que dedicó a Haydn escuchamos el quinto y el cuarto. Ambos son muy conocidos, sobre todo el cuarto, subtitulado ‘La Caza’. Si Haydn fue el mayor artesano musical de su época, Mozart fue el mayor genio. Se empeñó a emular a su modelo, lo que logró “con gran fatiga”, como él mismo confesó. Pero creó obras de extraordinario atractivo, y las versiones que nos brindaron los cuatro jóvenes integrantes del Cuarteto Casals fueron nuevamente modélicas. Enorme riqueza de pequeños detalles que relucieron sin ninguna exageración: mucha dedicación y amor mimando los tesoros sonoros allí escondidos.

En el primer concierto, el público fue más bien frío. Hay quien lo achaca a la hora: empezando a las 20 horas, el concierto termina dos horas más tarde, y parece que la gente está apurada para llegar a casa. No se produjo petición de una propina. En el segundo concierto, que empezó a la hora de costumbre de las 19.30, las cosas fueron mucho más felices, y al final los aplausos fueron tan prolongados que nos regalaron un breve movimiento, el Scherzo (Prestíssimo) del Cuarteto op 125 nº 1 de Schubert. Esta vez oímos brevemente a Vera Martínez en el puesto del primer violín. La versión, perfecta. El Trío fue tomado a un tempo considerablemente más lento, dándole el carácter de “Leiermann” (organillero), muy entrañable. Sonoros aplausos, que perduraron con el público de pie. Final feliz a una visita de nuestro Cuarteto Casals, que ojalá se repita muchas veces.

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